EDITORIAL ESPECIAL: 2 DE ABRIL

«¿Y PARA QUÉ NECESITAMOS HÉROES?»

<Por Eric Torrado-Malvinas en la Mira>

Los héroes no se autoperciben como tales. Somos nosotros como pueblo los que en justa evaluación de la historia sostenemos esa denominación cuando en acciones extremas como la guerra o las catástrofes aquellos hombres han luchado con un coraje y entrega que excede la dimensión de lo común u ordinario.

A los héroes genuinos los corona el manto de la humildad y de la abnegación. Por ello distinguimos a dos tipos de figuras: aquellos modelos tradicionales de héroes soviéticos o norteamericanos con el pecho encorvado hacia adelante por el peso de las medallas cuyo metal evoca el valor en combate durante las dantescas batallas por sus respectivos países. Este es el tipo de heroísmo que se gana, por sus actos de valor, el derecho a recluirse y pasar el resto de los días en paz con sus seres queridos. La voz de aquellos hombres suele recluirse en el frío mármol que, en vida, los comienza a eternizar junto con sus medallas. Y es que ese tipo de héroe por lo general es plenamente reconocido y amado por su país, por sus escuelas y por sus camaradas. Son modelos de referencia moral para los gobernantes y han sido honrados en vida con el respeto que su figura merece.

Luego encontramos el segundo tipo de héroe: el de absoluta abnegación. El de los hombres de Malvinas que vieron en sucesivas oleadas a la muerte de frente y habiéndose ganado el derecho a la tranquilidad por la dimensión extraordinaria de sus actos en combate, no han sido honrados por el conjunto de los ciudadanos de la manera en que se merecen, a diferencia del primer tipo de héroe. Y no nos referimos en este punto a las loas o el orgullo nacional que ensalza a sus héroes, sino a la ignorancia de unos muchos que no han sabido escuchar el mensaje de aquellos combatientes. Y es esa precisamente la deuda interna de nuestra pueblo para con su propio pueblo: mientras otras naciones miraron primero el modelo de sus gladiadores, la mayoría de nosotros no sabemos cómo piensan o qué es lo que piensan. Y si solamente nos detuviésemos un momento a escuchar su mensaje de vida, de valores y del más alto sentido cívico, la vara moral de nuestra nación estaría mucho más alto de lo que está hoy. Luego finalmente esos valores se derramarían de los combatientes al ciudadano común.

La diferencia entre el héroe soviético y el héroe argentino es que este último es imperiosamente necesario, porque desde su abnegación y humildad hay un mensaje que es necesario para volver a elevar la vara moral de la Nación. No se trata ya de utopías ni de agregar una camada de nombres más al bronce de nuestro pantéon de próceres, puesto que Malvinas volvió a ver en sus hombres el valor y la estrategia sanmartinianos, el sacrificio belgraniano y la perseverancia y arrojo del Almirante Brown.

Hoy que somos contempóraneos a hombres que no se autodefinen como “héroes” pero cuyas acciones vislumbran un comportamiento evidentemente heroico, tenemos el deber de escuchar el mensaje del cual pueden dar testimonio a su nación. Claro que lo más simple es esperar a que el bronce o el mármol honren con su rígida frialdad aquello que en vida no tuvimos la responsabilidad de reconocer.

 Abrir la puerta al mensaje de nuestros héroes es responsabilidad de todos. Reconocer el lenguaje en que nos hablan no es una tarea compleja dado que la humildad y la abnegación son las primeras pistas que involuntariamente dejan entrever los grandes en su modo de expresión.

Existen oscuras intenciones que desean acallar la voz de nuestros grandes hombres. Y es porque los grandes hombres han colocado muy en alto la vara de la dignidad humana, de la honestidad, el sacrifico y todos aquellos valores esenciales a los que la corrupción, la avaricia y el egoísmo tienen terror.

Ser héroes no significa nada para los héroes. De hecho en palabras del propio Comodoro Carballo “a los que combatieron les importa tres carajos ser héroes, porque te aumenta la soberbia y hace que gente tenga envidia de vos que tuviste que ir a matar seres humanos”.

Que hayan sido héroes es importante para todos nosotros: los que merecemos saber que nuestro país lleva en su ADN la huella de actos supremos por encima de las huellas que la miseria humana, la corrupción y la desidia han dejado en el seno de nuestra Argentina. Merecemos saber que somos más que un país fallido que no ha encontrado el rumbo sin importar el signo político o la forma de gobierno que lo dirigió. Merecemos saber que a los pusilánimes les aterroriza la figura de los fundadores de esta Nación; que tienen miedo al San Martín hecho carne, que matarían a Belgrano si el Padre de la Bandera solamente asomara su nariz del sepulcro. Y eso es precisamente porque aquellos héroes al descubrir lo que han hecho con nuestra Nación, los juzgarían, aniquilarían o desterrarían.

El mal le teme al bien no tanto por sus efectos, sino por la vergüenza que lo bueno provoca en lo malo.

Frente a ese escenario nuestros héroes, aquellos más humildes y abnegados, aquellos que odiaron disparar contra otro ser humano, no dudaron en exponerse a lo más crudo y extremo de la naturaleza humana que es la guerra, en defensa de su patria y en el mayor desastre que sufriera el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial. Pues bien…esos hombres, desde su entereza y humildad, pero desde su temple de acero y espíritu forjado en el fragor del combate, ellos tienen un mensaje para nuestro pueblo. Distinguiremos el verdadero mensaje de entre las mentiras, porque los verdaderos héroes hablan con humildad e inteligencia.

San Martín afirmó alguna vez “mi juventud fue dedicada al servicio de los españoles, mi edad mediana al de la patria, creo que me he ganado mi vejez”.

Nadie puede reprocharle a los verdaderos héroes de Malvinas elegir el silencio y la paz en los años que han pasado desde la guerra. Pero sin dudas, aquellos que tienen un mensaje merecen ser oídos. Y oídos sin la miseria mediática de lo urgente que destierra lo importante y sin el acoso malicioso del cinismo político que sólo entiende de Malvinas por el peso que las mismas pueden tener en las urnas.

Hoy más que nunca, nuestros héroes son necesarios: no sólo porque están vivos, sino porque en su interior se encuentra el mapa hacia el corazón moral de nuestro pueblo que algún día restaurará la grandeza de nuestra Argentina.

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