El 10 de diciembre de 1983 es la fecha que ningún argentino debería olvidar; el día en que recuperamos nuestra democracia para siempre, dejando atrás la más cruenta dictadura militar de la mano del gran Raúl Alfonsín.
El dirigente radical comenzaba su gobierno con un discurso que – como a él le gustaba decir – inauguraba un periodo de 100 años de democracia. Durante su mandato enfrentó dos grandes desafíos: la consolidación de la democracia y la obra general de gobierno condicionada por la inflación y la crisis económica.
Alfonsín fue el más grande estadista que tuvo nuestro país en los últimos años. Y aunque algunos acentuarán que no concluyó su mandato, y otros “le achacarán” la obediencia debida o la hiperinflación, fue también el presidente que soportó 13 paros generales y los levantamientos “carapintadas”. Y no podemos olvidar uno de sus mayores logros: que juzgó, sin precedente en el mundo, a las juntas militares.
Recibió en sus últimos años de vida el respeto de la totalidad del espectro político, tanto nacional como internacional, que le reconocieron finalmente su esfuerzo por asentar la democracia en momentos muy difíciles y sobre todo por su extraordinaria honradez.
El proyecto político que el radicalismo proponía no era un proyecto más, sino que expresaba la voluntad de generar el consenso necesario para la construcción de un Estado legítimo y acabar con los intentos fallidos de restauración de la democracia. Fue el último gran proyecto de gobernanza estratégica que tuvo el país.
La política de derechos humanos de su gobierno sólo pudo llevarse adelante gracias a la convicción y la firmeza con la que se condujo. Un proceso que sin lugar a dudas merece un reconocimiento histórico. De hecho, Alfonsín eligió asumir un 10 de diciembre, porque es el día de los DDHH.
Quizás lo que hoy todos necesitamos es volver a los valores que inspiraron aquellos años. Los valores por los que luchó Alfonsín. Los que inspiraron su presidencia, los que determinaron sus luchas y trayectoria, que hoy tienen plena vigencia: el imperio de la paz, el respeto irrestricto a los derechos humanos, la ética de la solidaridad, la modernización del Estado, el diálogo como herramienta central de la convivencia política, la búsqueda de consensos, la unidad nacional.
Hoy los argentinos estamos viviendo tiempos difíciles, en un contexto complejo. El futuro de nuestro país debe estar iluminado por sus palabras, por su coherencia, por su forma de dotar de sentido a la actividad política. Las palmas apretadas en alto una con la otra, es el símbolo que eternizó Raúl Alfonsín como el regreso a la democracia.
Una democracia ansiada, ganada y permanente. Una democracia que nos permite hoy, seguir eligiendo quienes nos gobiernan.
Debemos recordarlo en estos tiempos, más que nunca. Porque para los argentinos es una responsabilidad que se nos acerca nuevamente muy pronto.
Los logros que obtuvimos desde ese 10 de diciembre de 1983, hacen sin dudas que este sea un año para reflexionar, para honrar con acciones su pensamiento, sus luchas y sus valores.
Ya pasaron cuatro décadas desde entonces. Y nuestros hijos, esa generación del 83 en adelante, gracias a Dios nacieron y se criaron bajo una bandera libre y soberana. Bajo el amparo de la democracia restaurada.
Hoy más que nunca levantemos las banderas argentinas para estar presentes en esta nueva oportunidad que Alfonsín nos legó hace ya 40 años.
Liliana Martínez Allende
Presidenta UCR Tierra del Fuego